Santa Amalia está enclavada en una zona donde predominan los regadíos. Cuando los usos de la dehesa eran múltiples y complementarios, hasta hace medio siglo, las superficies con suelos rocosos y pendiente elevada solían quedar exentos de los aprovechamientos agrícolas, siendo la cabra el animal más adaptado a estos lares. Este herbívoro es que le saca más rendimiento a la vegetación mediterránea que otros rumiantes. Este tipo de áreas albergan el hábitat característico de aves como el roquero solitario y el búho real. Es fácil toparse también con especies como el jabalí, el zorro, la cigüeña o las grullas durante el periodo de invernada.
Los pastizales con usos ganaderos y/o agrícolas quedan nítidamente separados del área con pendiente donde se asienta la dehesa. La proliferación de algunas especies de plantas se asocia al uso agrícola continuado del suelo. Las crucíferas amarillas son típicas de los paisajes agrarios en muchos lugares, del mismo modo que la amapola, vinculada sobre todo a las zonas de cereal. Estos parajes son el hábitat de la tarabilla común, la cogujada común y el triguero, especies que huyen del bosque, siendo tres ejemplos de la estrecha conexión entre la actividad antrópica y el asentamiento de determinada fauna.